Por lo que al ser el sonido el protagonismo, tocaba buscar una manera para que la imagen no lo opacará. Siendo la primera opción a tener en cuenta la reactividad, para que la imagen interactuara o reaccionara directamente con el sonido, y fueran de la mano para poder crear una sensación armoniosa y de un lenguaje audiovisual cautivador.

En el segundo momento, cuando ya sabíamos que era lo que queríamos probar, empezaba a resonar una segunda pregunta en nuestra mente ¿Qué es lo que va a sonar y porqué? Dejandonos con una pregunta que llevo el proyecto por muchos lugares, como vibraciones para ayudar a dar calma con situaciones mentales, espacios para poder desestresarse despues de un día de trabajo, sonidos de la naturaleza como el crujir de los troncos, o incluso en los momentos más lucidos empezamos a decir que la imagen son ondas y que estas ondas están divididas en frecuencias, por lo que estos números pueden jugar a crear escenarios. Y la idea final iba por ahí, pero le faltaba camino por ser recorrido, le faltaba sustancia o a lo que denominaría, un sentido por el cual ser contado.